Amor, fantasía y realismo mágico cobran vida en Tawi, el secreto de tres generaciones

«Quien no escarba en sus raíces para limpiarlas cuidadosamente, y bendice sus grietas, no germina», así comienza la magistrada y poeta española María Pilar Astray Chacón el prólogo de la novela Tawi, el secreto de tres generaciones, ópera prima de la peruana Teresa Ghiglino, en la cual la autora, tierna y sinceramente, rescata de sus recuerdos vivencias que la han marcado, para darle vida a una obra fantástica: no solo por la calidad de su prosa, que es rápida y melodiosa, moderna y pulida, sino también para hacer gala de una imaginación envidiable, con la cual crea personajes que, como Tawi, están llamados a despertar pasiones y alegrías a jóvenes y adultos.

Teresa Ghiglino se declara de vocación artística y literaria. Y estas dos aristas de la creación las combina magistralmente para darles forma con palabras a escenarios, personajes y situaciones, como si los dibujara con lápiz en un papel. Empieza con Zulema, un actante femenino en el que vemos un claro arco dramático, que inicia con la sumisa hija de sus padres, sigue con la fiel y dedicada esposa de su hombre y termina como la salvadora de una generación; Ángel, su esposo, es un individuo aguerrido que representa el temple del hombre suramericano que ha convertido la selva en ciudad y forjado familias y hogares que llevan por el camino del bien, no solo a la familia misma, sino también a la sociedad. Juntos, Zulema y Ángel, conforman una progenie de ocho hijos, de los cuales una, Tawi, es piedra angular y punta de lanza de la historia por contar.

Y es que Tawi nace como la sexta hija, en el momento en que no solo la pareja, sino toda la familia y amigos, esperaban por fin el nacimiento del hijo varón. Dos hechos puntuales habrán de marcar el destino de la niña: el primero, sentirse una hija no deseada, pues su padre (y de paso su madre) esperaba un hijo para apartar de sí la marca que sus amigos teñían sobre él, y que usaban con frecuencia como diana para lanzarle dardos dolorosos porque no había sido capaz de engendrar al sucesor de la familia; el segundo, que su madre, para conseguir por fin complacer a su esposo dándole un hijo hombre, bebiera una pócima que le diera su criada, poseedora de conocimientos ancestrales, mediante la cual sería «imposible» que Zulema no diera a luz a un niño varón. El primer hecho haría que Tawi, ya niña, se aislara cada vez más, y creara un mundo imaginario y fantástico, en el cual el segundo hecho le sería de gran utilidad, pues podría desplegar todos los poderes que heredó en virtud de la pócima ingerida por su madre.

Esta génesis marca la columna vertebral de toda la novela. A lo largo de la misma, Zulema deberá luchar contra sus demonios y aprender a hacerse autosuficiente, Ángel asumirá el reto que le plantea su más íntimo deseo: hacerse ingeniero y construir la más importante hidroeléctrica del Perú; y Tawi, cual adivina, irá vaticinando cada nuevo hecho por venir, aunque ver el futuro y contarlo a todos, no sea nunca óbice para que las tragedias sucedan.

Por momentos, la novela se lee como una saga familiar, al mejor estilo de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez o Los Budenbrook de Thomas Mann, pues relata la historia de la familia Ghayin Betelgoza, a lo largo de tres generaciones; otras veces, en la obra aparece un poderoso realismo mágico, como el que encontramos en La casa de los espíritus de Isabel Allende; pero además combina todo lo anterior con la ternura de una niña que le da a la historia el toque infantil-juvenil, pues Tawi es ocurrente, atrevida, soñadora, pero además mágica, visionaria y hasta temeraria, como un mundo exquisitamente extraño y por descubrir.

Pero cómo dejar pasar el protagonismo que cobra el paisaje y los escenarios como un personaje más: de la trama el trasfondo de Tawi, el secreto de tres generaciones son los Andes que cruzan el Perú, y especialmente las montañas Huscarán y Huandoy, y su memorable historia de amor: cuenta la leyenda que son dos enamorados que fueron condenados a vivir separados por la maldición del padre de ella, de alta alcurnia, que para evitar que su hija escapara con su amado, de clase social baja, los convirtió en montañas que, aunque cercanas, nunca se tocarían; luego, su llanto se unió y formó el lago Llanganuco.

Nos encontramos pues frente a una autora, Teresa Ghiglino, que promete realismo e imaginación en una excelente historia, y frente a una historia, Tawi, el secreto de tres generaciones que, a más de entretenida, ofrece una visión optimista del mundo pese a las tragedias, pues en ella la vida siempre vence. La trama está nutrida de personajes interesantes, complejos, complementarios, el entorno es agreste, pero al tiempo acogedor, lo vemos moverse, migrar, crearse y destruirse para volver a vivir, como el ave Fénix, acogiendo en su interior el mundo que la autora crea con palabras, como solo ella, con su conocimiento de los hechos que narra y su fuego interior, pudo haberlo creado. Y lo más importante, se trata de una novela en la que se ha insuflado verdadera vida, pues allende la historia, a los personajes se les ve actuar, se ven vibrar los paisajes, todo actúa frente a los ojos del lector, como el mejor cuadro del más vigoroso pintor impresionista.

No resta más que invitar al lector, ya sea joven o adulto, peruano, latinoamericano o de cualquier otra latitud, a que se deleite con esta deliciosa narración, a que sienta se cadencia, a que se embelese con su ritmo, a que conozca los personajes que por la historia discurren, a que disfrute los paisajes que en ella se describen, en fin, a que se haga partícipe de cuanto ofrece el argumento de Tawi, el secreto de tres generaciones.

Albeiro Patiño Builes

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